El baluarte es un reducto fortificado que se proyecta hacia el exterior del cuerpo principal de una fortaleza, situado generalmente en las esquinas de los muros de cortina, como punto fuerte de la defensa contra el asalto de tropas enemigas.
Suele tener la forma pentagonal y, se compone de dos caras, dos flancos y la línea de gola por la cual se entra a la obra. El diseño del baluarte y el hecho de que sobresalga del cuerpo de la fortaleza permite cubrir los otros baluarte es y los muros de cortina con fuego cruzado.
El de Santa Tecla también conocido como plataforma, es el menor de todos. Por la propia naturaleza del terreno, y el hecho de cubrir el frente mejor defendido, determinó que sus dimensiones fueran más reducidas. También esta situación, que podríamos llamar de retaguardia, dio lugar a que casi la mitad de su espacio fuera ocupado por un polvorín. En él se almacenaba todo lo necesario para el funcionamiento de las diferentes piezas de artillería: espoletas, cebos, diversos tipos de mecha, etc. También se procedía a la carga de los proyectiles explosivos. Esta obra tiene una cortadura en su gola con un muro parapetado y foso con dos surtidas al principal, una en cada uno de los flancos y una puerta de acceso a las caballerizas en el centro de la gola.
A principios de la década de 1930 este antiguo polvorín, ya en desuso, fue reutilizado como cantina para la tropa: el llamado Hogar del Soldado. Para ello se acondicionó su interior y se trazó también un pintoresco jardincillo, muy al gusto de la época. Del mismo tan sólo nos queda un banco de obra de diseño naturalista, imitando ramajes, y un delicioso arrimadero de azulejo, de inspiración hispano árabe. Este último detalle nos traslada inmediatamente a los ambientes coloniales del norte de África y nos da una imagen de la influencia que para muchos militares de la época ejerció su estancia en el Protectorado de Marruecos.